Por: José Alejandro Ramírez L.
Se había comentado en las páginas de los medios colombianos, la posibilidad de la asistencia del incómodo, pero vecino después de todo, Chávez a la posesión del presidente electo Juan Manuel Santos, luego de la invitación que el último le hiciera. Frente a esta noticia, la sociedad colombiana no encuentra todavía unanimidad. La primera en el tiempo, entre las posiciones frente al tema, ha sido encabezada por el electo mandatario y la futura ministra de relaciones exteriores, Maria Ángela Holguín, según la cual la visita del mandatario vecino es un hecho que se mira con beneplácito, dado el interés de recomponer las relaciones con el gobierno del vecino y hermano país. La segunda, encabezada por nuestro presidente, quien replicando las afirmaciones de la primera, insiste en la inconveniencia de tal asistencia por la cosmética de las relaciones diplomáticas, existiendo en el fondo razones de seguridad nacional que impiden un acercamiento con los países vecinos.
Ambos, desde sus respectivos lugares tiene razón en el modo de ver la asistencia del vecino presidente. El presidente Uribe no podría observar con agrado la visita del mandatario vecino, a quien se le puede atribuir la sobrevivencia de los movimientos guerrilleros colombianos, dado el albergue que les ha ofrecido tras el embate de las Fuerzas Militares. Tampoco le puede agradecer a éste último el embargo comercial, habiendo escuchado en una de las frecuentes y vergonzosas alocuciones públicas, que su intención es llevar el comercio a cero; ello, por supuesto, ha causado desempleo en Colombia, el primer enemigo de la política social, en un entorno de necesidad de encontrar oportunidades laborales para ex-combatientes reinsertados a la vida civil, tanto de la guerrilla como de los paramilitares.
La futura ministra de relaciones exteriores, empieza a perfilar una relación diplomática a recomponer hacia el futuro, no dudamos de sus capacidades. La necesidad de estabilidad de las relaciones políticas es el primer paso hacia la recuperación del comercio con el vecino país.
Para resolver esta problemática e inconveniente relación, debemos apelar a la diplomacia, siendo éste el conducto regular para resolver los problemas de fronteras afuera, pero en una sana ponderación, por encima de esta se encuentran los intereses de la nación. Los colombianos nos hemos sacrificado por décadas en el conflicto interno, se ha invertido ingentes recursos y tiempo en el combate a la guerrilla y a los agentes armados que han desafiado la institucionalidad del estado colombiano, pero sabemos que detrás de estos grupos siempre ha estado el narcotráfico. Colombia debe ponderar sobremanera, a la estabilidad de las relaciones con el vecino gobierno, los avances que pueda obtener en el combate al narcotráfico.
Contrario a lo que ha sucedido con Ecuador, no es previsible que el régimen del vecino mandatario decida desprenderse de los recursos que le aportan los refugiados narcotraficantes colombianos. ¿Razonablemente podemos esperar buenas intenciones del mandatario vecino, cuando ha despreciado a su pueblo con la corrupción de sus instituciones, en la instauración de un proyecto que lo sume cada vez más en la ruina?, no sólo por ello, sino por la solidaridad con los ciudadanos del hermano país, debemos negarnos a esta posibilidad.
Sin convocar los dañinos nacionalismos, por las numerosas ofensas recibidas del impertinente mandatario del vecino país, aunque tengamos los pretextos para ello, debemos ser parcos con este vecino y hermano pueblo; mostrémosle nuestra solidaridad y duelo por la situación que allí se vive. Colombia ha demostrado que puede marchar bien, los gremios han expresado la dignidad de los colombianos, la seriedad y estabilidad con la que quieren encaminar sus relaciones diplomáticas, como presupuesto de un intercambio económico y cultural con el mundo.
El gobierno de Venezuela no lo ha entendido así, y no muestra señas de entenderlo hacia el futuro.
Colombia ha superado en mayor medida, las condiciones que la tenían sometida a la pobreza, aun queda mucho trabajo por hacer, todo indica que marchamos en la dirección correcta. No ha sido así con el vecino país, por solidaridad con el pueblo venezolano, no podemos recompensar las pobres políticas del gobierno chavista con una relación estable, como la que le ofrecemos a quienes deciden compenetrarse en nuestro intercambio económico y cultural.
Estaremos al margen de la situación venezolana. En su gran mayoría, los colombianos conocemos las paupérrimas condiciones de nuestros hermanos venezolanos. Aunque nos haría muy bien el intercambio económico con esta vecina nación, apoyamos a los gremios y al presidente en su decisión de no convocar al gobierno del vecino pueblo. Sigamos buscando intercambios económicos y culturales con otros pueblos, no aquellos que caminan en dirección contraria.
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