Felicidades a todos los colombianos que creemos en la paz de la mano de la autoridad del Estado Colombiano. El Domingo, las fuerzas militares nos dieron un triunfo contundente; nos demostraron que con valentía y esmero han trabajado profundamente en su perfeccionamiento, muestra de ello es un operativo que rescató de las fauces de la narcoguerrilla a quien alcanzara la mayor jerarquía dentro de su institución en un tortuoso secuestro, el Brigadier General Mendieta, a los Coroneles Murillo y Donato de la Policía y al Sargento Delgado del Ejército, alcanzando un nivel de efectividad que a todos los Colombianos nos enorgullece. Oficiales, bienvenidos a la libertad.
Lideradas por un gobierno que no se somete al terror ni a las manipulaciones que pretenden volver este fundamental derecho una mercancía, las Fuerzas Militares y el Ministerio de Defensa le han enviado un mensaje claro a los combatientes de la narcoguerrilla: la entrega de los secuestrados es un imperativo, pero además será recompensada. La alocución presidencial esclarece y reafirma la política del Estado en su tarea de conseguir la paz para los Colombianos, pero sobre todo la libertad para nuestros compatriotas secuestrados; cualquier combatiente de la narcoguerrilla que desee reinsertarse a la sociedad y lo haga con un secuestrado, será benevolentemente acogido por la sociedad. Esta propuesta, que dista enormemente del intercambio humanitario, es una postura que fortalece al Estado, en lo que puede ser la solución más efectiva para derrotar la violencia, pero especialmente, al flagelo del secuestro, al que nos tenía tan acostumbrado gobiernos débiles del pasado.
Asistimos los colombianos en días pasados, a la manipulación de las familias de los secuestrados por la narcoguerrilla, quien afanada por un intercambio humanitario, se aprovechaba del dolor de tantos colombianos. Liderados por un sector retardatario de la política nacional, hicieron presión a un gobierno que se manifestó firme frente a unas indolentes peticiones de canje. Presionados por líderes extranjeros, de manera unilateral el gobierno excarceló a líderes de la narcoguerrilla esperando de ellos, de manera ilusoria, gestiones de paz. De aquello no se conoce resultado alguno, sólo el profesionalismo de nuestras fuerzas armadas ha demostrado ser efectivo en este objetivo: la libertad y la seguridad de todos los colombianos.
He aquí expuestas dos visiones de la paz en Colombia: una, negociadora de los derechos fundamentales de los colombianos, y otra, consecuente con la autoridad que debe disuadir de la delincuencia a quien la tome como camino. Se ha demostrado el triunfo de la segunda, si bien es un camino que requiere el esfuerzo de las fuerzas Militares del país, es también la más meritoria y la única que puede sellar definitivamente un capítulo de horror que no queremos ver repetido en generaciones futuras.
En la historia del país quedará la recuperación de nuestros derechos de la mano del fortalecimiento de las instituciones. Las operaciones Jaque y Camaleón pasarán a las páginas de la historia como hitos victoriosos en la búsqueda de la paz en Colombia.
Lideradas por un gobierno que no se somete al terror ni a las manipulaciones que pretenden volver este fundamental derecho una mercancía, las Fuerzas Militares y el Ministerio de Defensa le han enviado un mensaje claro a los combatientes de la narcoguerrilla: la entrega de los secuestrados es un imperativo, pero además será recompensada. La alocución presidencial esclarece y reafirma la política del Estado en su tarea de conseguir la paz para los Colombianos, pero sobre todo la libertad para nuestros compatriotas secuestrados; cualquier combatiente de la narcoguerrilla que desee reinsertarse a la sociedad y lo haga con un secuestrado, será benevolentemente acogido por la sociedad. Esta propuesta, que dista enormemente del intercambio humanitario, es una postura que fortalece al Estado, en lo que puede ser la solución más efectiva para derrotar la violencia, pero especialmente, al flagelo del secuestro, al que nos tenía tan acostumbrado gobiernos débiles del pasado.
Asistimos los colombianos en días pasados, a la manipulación de las familias de los secuestrados por la narcoguerrilla, quien afanada por un intercambio humanitario, se aprovechaba del dolor de tantos colombianos. Liderados por un sector retardatario de la política nacional, hicieron presión a un gobierno que se manifestó firme frente a unas indolentes peticiones de canje. Presionados por líderes extranjeros, de manera unilateral el gobierno excarceló a líderes de la narcoguerrilla esperando de ellos, de manera ilusoria, gestiones de paz. De aquello no se conoce resultado alguno, sólo el profesionalismo de nuestras fuerzas armadas ha demostrado ser efectivo en este objetivo: la libertad y la seguridad de todos los colombianos.
He aquí expuestas dos visiones de la paz en Colombia: una, negociadora de los derechos fundamentales de los colombianos, y otra, consecuente con la autoridad que debe disuadir de la delincuencia a quien la tome como camino. Se ha demostrado el triunfo de la segunda, si bien es un camino que requiere el esfuerzo de las fuerzas Militares del país, es también la más meritoria y la única que puede sellar definitivamente un capítulo de horror que no queremos ver repetido en generaciones futuras.
En la historia del país quedará la recuperación de nuestros derechos de la mano del fortalecimiento de las instituciones. Las operaciones Jaque y Camaleón pasarán a las páginas de la historia como hitos victoriosos en la búsqueda de la paz en Colombia.
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