Desde hace un par de semanas, confirmada la intención de negociación de las denominadas "bacrim" con el ejecutivo por intermedio de un prelado costeño, e igual voluntad manifestada por parte de las FARC, quienes han escogido a la exsenadora Córdoba para canalizar su deseo, mientras liberan secuestrados a cuenta gotas, ha vuelto al ruedo la posibilidad de los diálogos con los grupos alzados en armas con el ejecutivo. 
El ministro Vargas lleras dijo, en el caso de la intermediación del prelado costeño, que a las bacrim no les queda una salida diferente que su sometimiento a la justicia, pronunciamiento que felicitamos por su coherencia en la lucha contra el narcotráfico y la criminalidad que de dicho flajelo derivan aquellas organizaciones.
Lo que debemos analizar a profundidad es la conveniencia de un diálogo con las FARC y los demás movimientos guerrilleros. El Estado Colombiano ha demostrado la capacidad disuasiva de sus fuerzas armadas frente a éstos grupos insurgentes: no me cabe duda que es ello precisamente lo que ha generado la intención de diálogo en la guerrilla. 
La presencia del elemento "Guerrilla" en la actualidad nacional, es más que una tara que evita el desarrollo del país, inicialmente, por las cifras que su accionar arroja sobre los más elementales derechos de los ciudadanos, garantizados supuestamente por la Constitución. Desde los homicidios, secuestros, reclutamiento de menores, desplazamiento y violaciones, etc., éstos grupos han hecho ver nuestro suelo como uno de los más violentos del mundo, dejando a su paso algo más que subdesarrollo.     
Diálogos, negociaciones o "pactos" -como lo denominara el expresidente Pastrana en su entrevista el día de ayer-: no son términos que difieren en su finalidad, en cuanto el término que entre éstos se escoja, implica que dos partes quieran encontrar un entendimiento, "topoi" o punto común, sobre el cual se pueda evolucionar el estado actual de las cosas, en especial, la guerra que ha vivido y vive Colombia.
De la guerra ideológica que vivió el país décadas atrás, aún hoy pervive la guerrilla financiada por el narcotráfico, el mismo que financió los grupos de autodefensa -hoy desmovilizados-. El narcotráfico es el único enemigo de la sociedad colombiana. Hace mucho tiempo se demostró que la guerrilla había fincado su empresa en el narcotráfico, como también se demostró a su tiempo la misma empresa en los movimientos de autodefensa. Guerrilla y bacrim hoy conforman un mismo bando: narcotraficantes. 
Colombia no termina de pagar el precio que ha dejado la negociación con el narcotráfico: fue así cuando en el gobierno del expresidente Gaviria se negoció con Pablo escobar y el cartel de Medellín, de igual manera  que sucedió con el expresidente Samper cuando negoció con el cartel de Cali. De igual manera, se ve reflejado éste error en el accionar de las bacrim, derivado su actuar de una negociación con las autodefensas. El narcotráfico siempre toma aquellos elementos curtidos en la delincuencia para asegurar su pervivencia por la única y lógica razón de su ilegalidad.